miércoles, 1 de diciembre de 2010

Opa, tenemos invitada



Bueno, para variar las cosas, voy a publicar algo que ha escrito mi amiga Carito una de las personas que de vez en cuando me agrada leer


Compromiso audiovisual sobre migración y refugio:
“Olla de carne sin fronteras”


Por Carolina Rosabal:

Más que la imagen, es el mensaje

La producción audiovisual no es una ciencia o un arte por sí sola, es una forma más de comunicar ideas. Por lo tanto, al ser una rama de la comunicación, no puede desligarse de lo social. Si se tratara solamente de la ley de tercios, del balance de blancos y del eje de acción, no sería más que diseño gráfico o cine. Pero es como una olla de carne, donde se reúnen diversos ingredientes que se mezclan y es lo que les da el sabor. La producción audiovisual es una forma de darle vida a la comunicación y así llevarla a la sociedad con mayor dinamismo. Es un platillo que todos y todas terminan comiendo.

Una de las tareas favoritas en la producción audiovisual, de hecho, es el contenido social. Ya sea en un ensayo fotográfico, un documental o una cuña de radio, los temas sociales son algunos de los más buscados. Sin embargo, a veces el productor o productora se olvida de su verdadera función y se va más por las ramas de la estética. Hay buen caldo, pero ¿y la carne, la verdura? El caldo por si solo llena el plato pero no quita el apetito. Y eso, precisamente, es lo que me gustaría recordar en mi futura labor como productora. No dejar al público con hambre de buenos mensajes.

Migración y refugio: se come a medias

                El tema de migración y refugio, en especial, es uno de los que sufre más desnutrición. Se toca pero no se profundiza. La mitad queda cruda y la otra, se quema. No es un mal de la producción audiovisual solamente, las demás ramas de la comunicación también pecan de malos cocineros, hay que ver el caso del periodismo o de la publicidad. Pero, hablando sobre lo audiovisual, específicamente, es irónico que el principal error sea que hace falta elaborar más la fase de producción.

                Los mensajes que se transmiten en los medios, especialmente televisión y prensa escrita, pueden verse bien y estar “bien logrados” a nivel de imagen, pero están cargados de estereotipos, falta de investigación previa, falta de un enfoque limitado. Se trata de cubrir todo pero al final no se cubre nada. Si esa verdura no se sabe cocinar, mejor no echarla en la olla.

                El lenguaje audiovisual debe procurar retratar la realidad de la forma más fiel, en la medida de lo posible, ser equitativo y buscar la forma de sembrar un buen mensaje en la conciencia y la memoria social. Un buen documental, por ejemplo, no se va por contar la historia que ya se sabe, sino buscarle el otro lado y darle la misma importancia. Si generalmente se habla del migrante como una amenaza, ¿por qué no mostrar las amenazas que el migrante tiene que enfrentar para poder salir de su país? Muy poco se ha visto y dicho sobre las condiciones de un refugiado. No se trata de infundir lástima con una foto en blanco y negro, sino de mover la conciencia colectiva a buscar soluciones o mejoras a los problemas sociales.

Es cierto, un documental o un corto no arreglan el mundo, pero si se producen de manera correcta, tomando en consideración lo que un buen proceso de comunicación requiere, puede calar en la sociedad y dar un paso más hacia las buenas prácticas audiovisuales.

Es mi compromiso, como futura productora audiovisual, mantener mi palabra, ya puesta contra papel, y pensar siempre en la olla de carne al realizar algún mensaje. ¿Por qué? Porque la olla es grande, pero no precisamente le caben todas las verduras que existen. Es mejor escoger las que valen la pena, que no estén muy verdes ni muy remaduras, quitarle los pellejos a la carne, y aunque tarde más tiempo, que al final sepa bien y que satisfaga la necesidad de alimentarse.

Muchas veces eso es lo que le falta a la comunicación. Come por llenarse pero no se nutre. Y mientras tanto los migrantes y los refugiados siguen siendo vistos como amenazas, como invasores y nadie le reclama a los comunicadores que se inicie un cambio pronto.

Tal vez no puedo arreglar las noticias que se publican ni las campañas publicitarias que muchas veces inducen a la xenofobia, pero al menos si puedo mostrar la otra cara de la moneda, si puedo difundir mensajes de igualdad y de solidaridad, si puedo hablar sobre derechos humanos y búsqueda de buenas condiciones de vida para aquellos y aquellas que viven en tierra foránea.

Es una promesa que todos los comunicadores deberíamos plantearnos desde el inicio de la carrera universitaria, no solamente para sacarle una sonrisa al profesor cuando revise los trabajos, sino para sacarle una sonrisa al público cuando se sientan satisfechos por la información que reciben. Si algún día logro ver un rostro de llenura (como cuando uno se frota la pancita después de comer) en alguien del público que acaba de observar alguno de mis mensajes, entonces sabré que voy por buen camino hacia las mejores prácticas de comunicación.

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